Carlos Ramos Padilla
Este recién pasado fin de semana la violencia dejó un sello de malestar en la sociedad. En el norte, allá en Nuevo León, en Jalisco y en la Ciudad de México se dieron indices importantes de criminalidad, y venimos de una jornada electoral con muchos sacrificios de candidatos en todo el país y de todos los partidos políticos. Este último hecho parece ya estar quedando en el olvido, queda como un anecdotario de un proceso proselitista como nunca antes se había registrado. Los índices de agresiones en todos sus niveles están dejando a esta administración federal como una de las ineficientes en brindar seguridad a los habitantes. Las adicciones, los secuestros, las desapariciones forzadas, el narcomenudeo, las ejecuciones, los cementerios clandestinos, la comercialización de estupefacientes, todo eso fue motivo de generar información durante todo el año, todos los días. El ambiente está cargado de obituarios y la escalada parece no terminar. Todos estamos incómodos con esta situación, todos demandamos cambios urgentes para garantizar nuestra comodidad y libre tránsito. No podemos dejar de sospechar en que las autoridades están coludidas y los cuerpos de seguridad comprados. No podemos entender como en las principales calles de la Ciudad de México, ahora hombres en motoneta accionan metralletas para acabar con la vida de otros. Tláhuac de siempre ha sido señalada como un foco rojo en la capital, pero se suman Santo Domingo, Tepito, La Merced, la Buenos Aires, la Morelos, la Tabacalera, el Ajusco y la lista puede ser interminable. Sólo veamos que el último asesinato de impacto mediático fue en el área de Las Lomas. Quien sea y como sea, a riesgo de lo que sea, alguien ya debe de tomar las riendas y dar el manotazo final. Hoy se habla de amnistía, quizá el último recurso legal, pero mientras el tiempo pasa, los muertos caen y el miedo crece.