Pensando México


Jorge L. Velázquez Roa

@JorLuVR

Tengo la fortuna de viajar frecuentemente como parte de mi actividad profesional; ello me ha permitido no solo descubrir bellos e interesantes lugares, sino también convivir con otras culturas y aprender de otras maneras de pensar y hacer las cosas. Además de abrir la mente y el espíritu, viajar permite verse a sí mismo en el espejo –como individuo, como colectivo o como país– desde otra perspectiva, desde otras coordenadas y sin las condicionantes ni prejuicios de nuestra cotidianidad.

Traigo ello a colación porque, estando fuera, invariablemente volteo a ver a nuestro país y trato de poner en perspectiva lo que ahí sucede. Veo por una parte los avances y ventajas que tenemos con relación a otros países, así como los problemas y desafíos que tenemos por delante. No se trata de relativizar todo y ocultar así carencias y exaltar virtudes, es simplemente pensar nuestra realidad a una escala diferente.

En un horizonte de mediano y largo plazo, veo la consolidación de la economía, la disminución de las desigualdades y la erradicación de la pobreza (en ese orden) como los principales desafíos a los que nos enfrentamos. En lo económico tenemos todavía mucho camino que recorrer para convertirnos en una economía consolidada con miras a ser una verdadera potencia, pero las cosas no son tan malas como muchas veces se quieren pintar. Los fundamentos económicos son sólidos y con ciertos cambios y reformas que incluyan y trasciendan el ámbito económico, por ejemplo, en materia de seguridad, de combate a la corrupción y de justicia, podremos sin duda dar ese salto cuantitativo y cualitativo que requerimos para consolidarnos y efectivamente poder reducir las desigualdades económicas y sociales que tanto nos oprobian.

En lo inmediato, lo urgente es no deshacer los elementos económicos positivos, entre los que se encuentran la estabilidad macroeconómica, el control de la inflación, de la deuda y de los déficits públicos, y usarlos para corregir lo que haya que corregir y potenciar nuestra productividad, la inversión y el crecimiento económico. Hasta ahora, la Secretaría de Hacienda (SHCP) ha hecho en este inicio de sexenio un gran trabajo para evitar un deterioro abrupto de las condiciones económicas y una pérdida de confianza que sea fatal. La pregunta es ¿hasta cuándo podrá hacerlo? Las decisiones tomadas hasta ahora en Palacio Nacional sólo le han complicado las cosas y eso no parará.

A pesar de sus defectos y abusos, el neoliberalismo económico ha prevalecido a nivel internacional y no se vislumbra otro modelo económico que pueda reemplazarlo en el corto plazo. De hecho, cada vez más países –desde Asia y Medio Oriente hasta África y América Latina– parecen abrazarlo a nivel mundial. Incluso, los intentos mercantilistas y nacionalistas encabezados principalmente por países desarrollados, no se han traducido en un cambio fundamental de modelo económico. Ello se debe a que sus problemas son esencialmente sociales más que económicos. Eso no significa que no haya cosas que cambiar y mejorar, sobre todo con el objeto de hacer llegar los beneficios del crecimiento a más personas y crear una mayor cohesión social, es decir, conectar lo económico con lo social.

A contracorriente de ello, en México la etapa neoliberal acaba de ser declarada formalmente “abolida” y se decretó el inicio de la etapa “pos-neoliberal” (aunque en los hechos queden muchas dudas). A ciencia cierta no se sabe si el presidente hablaba del neoliberalismo económico o del neoliberalismo en general. Tampoco se planteó un modelo alternativo (por ejemplo, una “3ª vía a la mexicana”), bien definido, que permita saber hacia dónde vamos. Por el momento, sólo podemos intuir, a partir de sus primeros 100 días de gobierno, que vamos hacia un modelo estatista-paternalista que en el pasado ya probó su ineficacia. Las crisis provocadas por ese modelo a finales de los años 1970 y 1980 significaron para nuestro país un grave retroceso en materia de crecimiento y desarrollo (como Corea, España y Singapur nos lo recuerdan).

De no cuidarse y definirse adecuadamente lo económico, la lucha política-ideológica que hoy libra el gobierno puede llevarnos en el mediano plazo a un nuevo y grave retroceso en nuestro desarrollo. Tal vez para entonces otros países que hoy tienen un menor nivel de desarrollo nos vean a nosotros de adelante hacia atrás.

 

 

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