Venezuela convertida en el peor ejemplo de gobierno populista: análisis


Nueva York, 25 May 2017.- Venezuela es el peor ejemplo del resultado de un gobierno populista, en el que las instituciones se han debilitado tanto que el crimen está desenfrenado, la corrupción es casi generalizada y la calidad de vida ha colapsado, de acuerdo con un análisis del diario The New York Times.

Bajo el título “El ejemplo de Venezuela: cómo el populismo deriva en autoritarismo”, los analistas Max Fisher y Amanda Taub citan a diversos politólogos como el holandés Cas Mudde y los estadunidense Kurt Weyland y Tom Pepinsky para explicar cómo el populismo derivó en autoritarismo en ese país.

Destacaron en el análisis que el futuro del país es una advertencia: “El populismo es un camino que, al principio, puede lucir como una democracia. Sin embargo, cuando se lo analiza hasta su conclusión lógica, puede provocar que la democracia se debilite o incluso se convierta en autoritarismo”.

“Sin embargo -apuntaron en su análisis publicado el pasado mes de abril- esas consecuencias son evidentes solo después de que el daño está hecho”.

Los autores hacen un recuento de hechos que fueron perfilando el actual modelo político y económico venezolano desde 1998 cuando Hugo Chávez asumió la Presidencia, pasando por sus primeras reformas judiciales en 1999 que le fueron aplaudidas y el posterior descabezamiento de la cúpula del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

“Las tensiones crecieron en 2004 cuando el TSJ determinó que la petición de un referendo para destituir a Chávez tenía las firmas suficientes para convocarse”, recordó el informe para citar el tipo de situaciones que se fueron dando.

Entonces, Chávez se otorgó la autoridad para suspender a los jueces opositores y “llenar los tribunales con otros; así destruyó el poder del sistema judicial, que limitaba su Presidencia”.

Puntualizaron que “a lo largo de los siguientes años”, de acuerdo con hallazgos del informe 2008 de Human Rights Watch, el “renovado Tribunal Supremo de Justicia despidió a cientos de jueces y designó a cientos más”.

Según la retórica de Chávez, esto era igual a un sistema judicial que respondiera más a la voluntad y las necesidades del pueblo. “Un mensaje que probablemente le gustó a los simpatizantes que lo apoyaban por sus promesas explícitas de acabar con la vieja élite corrupta que detentaba el poder”, indicó el análisis.

Fisher y Taub recordaron que “cuando Hugo Chávez tomó el poder en Venezuela hace casi 20 años, promovió un populismo de izquierda que parecía estar concebido para salvar la democracia. Pero, por el contrario, ha provocado la implosión del modelo democrático en ese país”.

Explicaron que el populismo no siempre termina siendo autoritarismo. “El colapso venezolano también fue provocado por otros factores como la caída en los precios del petróleo; además, las instituciones democráticas pueden frenrar kas tendencias más oscuras del populismo”.

Añadieron que aunque los países deben elegir qué sistema elegir, entre el populismo y la democracia, “la decisión casi nunca se hace conscientemente y puede que sus consecuencias no sean claras sino hasta que es demasiaco tarde”.

Cas Mudde, un politólogo holandés citado por los autores del análisis, escribió en una columna de 2015 en The Guardian (el diario inglés) que “el populismo es una respuesta democrática no liberal al liberalismo no democrático”.

Según el politólogo, todo tiene un precio y ese “extremismo de la mayoría” reformula la democracia como una batalla absoluta entre la voluntad popular y quien se oponga a ella, “incluyendo a jueces, periodistas, líderes de la oposición o incluso tecnócratas gubernamentales”.

Citado en el análisis, el politólogo estadunidense Kurt Weyland señaló en un artículo de 2013 que “el populismo siempre estará en conflicto con la democracia”, por lo que líderes como Chávez, “consideran que cualquier institución fuera de su control es un obstáculo que debe superarse o esquivarse”.

No obstante, cuando los líderes le quitan autoridad a las instituciones para “devolverle el poder al pueblo”, como a menudo dicen, en la práctica están consolidando ese poder para ellos, acotaron Fisher y Taub.

También señalaron que “las tendencias autoritarias del populismo se evidencian en las primeras batallas de Chávez con los sindicatos, a quienes en un principio había prometido ´democratizar´”.

Su gobierno creó un sistema paralelo de sindicatos, mientras acababa con otros en los que tenía menos influencia, lo que configuró una dinámica en la que los sindicatos chavistas tenían preferencia y los opositores eran castigados, anotó el análisis publicado por The New York Times.

Asimismo, Chávez comenzó a ejercer un control más directo sobre Petóleos de Venezuela (PDVSA), la compañía estatal que maneja la explotación del crudo venezolano, y no dudó en despedir a más de 18 mil trabajadores cuando organizaron una huelga en 2002.

Eso, según los autores, envió un “mensaje aterrador: oponerse al presidente era oponerse a su proyecto de ´socialismo bolivariano´ en nombnre del pueblo. Según esa lógica, la oposición era una amenaza a la libertad”.

“Estos episodios demuestran cómo las primera medidas populistas -desafiar a las instituciones no elegidas, abrir camino para las reformas aparentemente necesarias- pueden tener su propio impulso, hasta que la lista de enemigos populistas aumenta y termina por incluir a los pilares de la democracia más básica”, finalizó el análisis.

NTX/I/SBE/
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