Se comenta solo con…Acta de defunción


Carlos Ramos Padilla

El PRI pasó de ser adulto mayor a una senectud en fase terminal aunque el diagnóstico no les guste. Ellos mismos se encargaron de alimentar su tragedia. No estoy muy de acuerdo con Claudia Ruiz Massieu en su conclusión del descuido interno o externo, que más da. Dejaron pasar su misión histórica, se les agotó la fuerza, se hartaron de permitir que muchos de sus miembros desde los más altos niveles saquearan al país. Sus antes aliados, creados por ellos, los sindicatos y votos corporativos hoy se arrodillan ante los triunfadores, sus antes enemigos. No tienen cara, ni moral, ni vergüenza. Las serias acusaciones de corrupción se fueron validando. Las cifras millonarias son insultantes. Sus antes famosos y poderosos operadores políticos hoy viven a la sombra esperando no les apliquen auditorías. No supieron y no quisieron escuchar las denuncias constantes de la gran población. Se protegían unos a otros. Revisemos nada más la nómina actual del partido para observar que siguen los acuerdos familiares, los compadrazgos, la operación disfrazada, los mismos apellidos, las castas, los cotos de poder. No acostumbran hablar de los fraudes de los demás porque la mayoría son corresponsables. No señalan porque sería asomarse al espejo. Guardan secretos, pero no los mejores del país. Cierto al PRI se le debe un sistema político, una estabilidad social, política y económica que dio brillantez a la nación ante el panorama internacional, éramos envidiados por nuestras instituciones, nuestros recursos y cordialidad. Eso se fue acabando y más cuando dejaron que la oposición, por dos décadas los demolieran, los hiciera pedazos acusándolos a viva voz de corruptos y asesinos. No quisieron defenderse, su arrogancia y miopía los hacia creer intocables, invencibles. El primer gran jalón que no entendieron fue Vicente Fox, y mire que no ganó por su excepcional sabiduría. La dejaron pasar. Luego, el segundo susto se los dio Felipe Calderón. Y se llenaron de júbilo al recuperar Los Pinos con Peña Nieto. Hoy la mayoría lo califica como el sexenio más corrupto en muchos sentidos y el PRI calló y entonces cayó. No midieron las consecuencias de la ruptura con Cardenas, Muñoz Ledo, Efigenia Martinez y otros tantos, como Lopez Obrador, que desertaron del PRI porque no les dieron espacios (hueso) y optaron por convertirse en fuerza contraria. Minimizaron el levantamiento en Chiapas cuando estaban advertidos. Permitieron jugar a la democracia con Manuel Camacho y Marcelo Ebrard poniendo en riesgo la seguridad nacional con Luis Donaldo Colosio. Ocultaron a los intelectuales del crimen del sonorense, de José Francisco Ruiz Massiue, de Posadas Ocampo, y andan libres. Dejaron fugar a Mario Ruiz Massiue, a Manuel Muñoz Rocha. Guardaron silencio ante el lastimoso espectáculo de los hermanos Salinas (Adriana, Enrique y Carlos) que en grabaciones desde prision se amenazaban de que si no cumplían ciertas condiciones hablarían en voz alta frente a los medios. Y no fue estrictamente la Casa Blanca, es la opulencia con la que viven varios y que ahi en sus lujosas mansiones pactan en secreto cuotas de poder. El PRI tendría que entender que su misión acabó. Su limpieza debería de empezar por quitar los colores nacionales de su escudo, eso ya no funciona. Sería necesario cerrar, clausurar su sede que expide mala vibra. Recomponerse buscando nueva imagen, mejores proyectos, sacudirse a los parásitos que les lastiman, apoyarse en ideales. No es buscando ser contestatarios como ganaran espacios. Hoy se ven obligados, vaya ironía, a sobrevivir pactando con sus peores adversarios, los que desde el 68 han vivido del comercio político contra el sistema y el PRI. Revisemos el nombre de los activistas reventadores de ayer y muchos son los gobernantes y legisladores de hoy. Son quienes han patrocinado a células como las que tienen secuestrado el auditorio Justo Sierra de la UNAM, aquellos que hoy regresan al campus universitario con cargos oficiales y que expresan “ no había vuelto desde los últimos disparos que dimos”. El PRI si no está muerto se huele a muerto. Van contracorriente. Y lo saben. Se les acabó esas fastuosas ceremonias de dominio, de personajes, de presidentes y gobernadores, de matracas y acarreados. Hoy solitos unos cuantos se aplauden, afuera ya no hay eco.

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