Tras la victoria de AMLO: Tiempos de civilidad, concordia, armonía y conciliación, sin triunfalismos ni rencores.


Heriberto M. Galindo Quiñones.

Ante la euforia que genera un triunfo electoral tan apabullante como el del domingo pasado, -con más del 53%- en favor de Andrés Manuel López Obrador, debe haber civilidad, concordia, armonía y conciliación, sin triunfalismo y sin rencores. Se impone la magnanimidad que proclamaba el admirado Winston Churchill.
Para quienes ganaron, la recomendación más atendible  es obrar con raciocinio, prudencia, sencillez, austeridad, acuerdo e inclusión para gobernar, alejados de cerrazón, arrogancia y prepotencia.
El primer mensaje de AMLO satisfizo a la mayoría de la población.
Los reconocimientos que desde temprano hicieron los candidatos José Antonio Meade, Ricardo Anaya y Jaime Rodríguez mostró dignidad y prestancia.
Ahora es saludable sumirse en una profunda reflexión para crear un ámbito de grandeza que se sustente en visión, sensatez, madurez, generosidad, humildad, comprensión, tolerancia y respeto. Es lo exigible a quienes ganan una contienda, como la que se celebró. La mesura y la serenidad son fundamentales para asumir y digerir los resultados, con estabilidad emocional, ecuanimidad y sobre todo con respeto a las ideas y a la libre expresión, en un ánimo de tolerancia y de conciliación.
Es preciso el consejo del gran Antonio Gramsci, quien recomendaba comportarse con buenas maneras con el adversario, y tomar las enseñanzas del ilustre Don Jesús Reyes Heroles quien afirmaba que “En política lo que resiste apoya” y “la forma es fondo”.
Mucha inteligencia se requerirá para una exitosa gobernanza a partir del 1 de diciembre próximo. Los partidos políticos derrotados, por su parte, tendrán que  revisar y examinar sus procederes y hacer el recuento de daños correspondiente, para reestructurarse, refundarse y, si fuera indispensable y obligado, declarar su extinción y crear nuevas organizaciones, acordes a las exigencias de la sociedad mexicana, que exige nuevos paradigmas políticos, con valores y principios de moral pública, bajo nuevas circunstancias y condiciones.
Quizá la idea del gobierno de coalición vuelva a tomar fuerza.
Los vencedores van a necesitar a los vencidos para gobernar bien, aunque retóricamente se diga que no hay vencidos ni vencedores.
Para preparar el nuevo gobierno se requerirá convocar a los adversarios más lúcidos, al empresariado, a los productores, a los trabajadores y demás factores de la producción, que son quienes generan riqueza y hacen crecer a la economía nacional; a los factores reales de poder, regionales, estatales y nacionales, al mundo en general y, en especial, a los países hermanos y vecinos; a las mujeres, a las familias, a la juventud, a organizaciones políticas y civiles, a las iglesias, a intelectuales, a periodistas, analistas, artistas y operadores de medios de comunicación, al ámbito cibernético y a las redes sociales; en fin a todo MÉXICO, sin distingos, pues se requiere de la unidad nacional.
Estos aspectos son de urgente y de muy obvia atención, si se es consciente de que, para gobernar bien se  debe operar bien, y no dejar que crezcan las diferencias, los resentimientos y los rencores sociales y políticos.
Los acuerdos y la unidad en lo fundamental debe ser la principal divisa del próximo gobierno y del futuro presidente de la República.
La sociedad mexicana estará atenta.
Deseo que todo lo sucedido sea para bien de la República.

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