Carlos Ramos Padilla
Toda vez que se informa de un duro golpe a las bandas delincuenciales cuya quehacer principal es matar y repartir droga, surgen nuevas modalidades de alterar el orden y cometer delitos. Primero la distribución y comercialización de los tóxicos, luego el narcomenudeo, después el financiamiento a través del secuestro, más tarde el atraco a camiones en carreteras y a trenes en su trayecto, posterior el robo de combustibles, unido a esto el derecho de piso y la extorsión, pero ahora en guerrero es motivar a la ciudadanía a saquear tiendas comerciales. Esto ocurrió en Arcelia, Guerrero, en donde a falta de sobornos, extorsiones, amenazas cumplidas y derecho de piso en tiendas de conveniencia, arengaron a la población a cometer actos de rapiña y robo ante un cuerpo de seguridad insuficiente. Se estimó de primer impacto que el latrocinio causó una perdida de alrededor de 35 millones de pesos y se observaron imágenes públicas de cómo la gente penetró a los comercios a llevarse cuanto podía en su capacidad física., es decir y en pocas palabras, convirtieron a los necesitados en cómplices de sus fechorias. estas demostraciones delincuenciales masivas sólo las habíamos registrado ante fenómenos de altísimo impacto como los huracanes en Baja California en donde la gente, por ausencia de vivieres se dedicó a robar a establecimientos comerciales, y no sólo alimentos, sino aparatos electrodomésticos. Pero en ésta ocasión la motivación fue otra. Los narcos abrieron las cortinas de las tiendas invitando al saqueo colectivo, el robo en masa. Y aquí volvemos a preguntarnos, con estos rufianes es con quien se pretende llegar a un perdón, a una amnistía?, este fenómeno habrá de observarse como moda en distintos Estados del país?. el narco usará entonces a la población como escudo para sus delitos?. De quiénes se llenarán ahora las cárceles, de ciudadanos convertidos en rateros mientras los narcos disfrutan de la diversión?. Y que conste, son preguntas.