Carlos Ramos Padilla
Las próximas elecciones en México no sólo deberán superar a la apatía y al abstencionismo, sino que ahora pesan y fuerte dos grandes problemas, uno, la intervención del narcocrimen y , dos, la injerencia de otros gobiernos como el ruso y el venezolano. Senadores de Estados Unidos piden blindar al ejercicio electoral mexicano de lo que llamaron la «mano rusa» y algo han de saber como para externar este preventivo. Por otro lado fue comprobada la manifiesta intervención de la Embajada de Venezuela en México durante los comicios del Estado de México en apoyo a Delfina Gómez candidata de Morena. Ellos mismos subieron la información de su adoctrinamiento en redes sociales y más tarde intentaron borar todo vestigio de su apoyo a López Obrador. Y estos asuntos no son menores. La posible participación de otros gobiernos en nuestras decisiones internas se atribuye al compromiso de fuertes negociaciones que han quedado ocultas a la sociedad mexicana. Ahi tenemos el ejemplo de Maduro, en Venezuela, como ha cedido autonomía y soberania a razón del respaldo de gobiernos como el ruso, el cubano y el de corea del norte entre otros. México es potencialmente codiciado por nuestra condición geográfica. Somos norteamericanos, tenemos la frontera más extensa del mundo con el país más poderosos del planeta, somos latinoamericanos, representamos uno de los países emergentes más atractivos, convivimos en frontera con Cuba, tenemos mar abierto a Asia y a Europa y por si fuera poco nuestros recursos naturales, incluyendo el petróleo y los minerales representan un imán para la geopolítica internacional. El INE se muestra muy confiado en el éxito de nuestras elecciones pero las sospechas sobre su parcialidad y poca competencia ya son evidentes y los partidos políticos aún en precampañas se muestran insensibles a los enromes retos de México.