Asuntos de política y buen gobierno


Jorge L. Velázquez Roa

@JorLuVR

 

Para Aristóteles el ser humano es por naturaleza un animal político. Al mismo tiempo, para él, la política no es otra cosa que la actividad a través de la cual los seres humanos intentan mejorar sus vidas y crear una buena sociedad; la política es, por encima de todo, una actividad social, y es siempre un diálogo, nunca un monólogo (Heywood). Vista así, la política lejos de agotarse en los procesos electorales es una actividad permanente que en última instancia permite la construcción de una mejor sociedad y un mejor país.

En este sentido, el próximo Presidente de México deberá hacer mucha política para cumplir con sus promesas de campaña y sacar adelante a nuestro país. A pesar de las muchas voces que dicen que ya se acabó el proceso electoral y, por lo tanto, se debe dejar de lado la política para dar paso a las tareas de gobierno, es innegable que la complejidad de nuestro país, la pluralidad de su sociedad, y los problemas que enfrentamos como nación, requieren de un diálogo permanente con los diferentes actores del Estado y sectores de la sociedad.

En reiteradas ocasiones, el Presidente electo, ha expresado su deseo de hacer un buen gobierno, ya que quiere pasar a la historia como “un buen Presidente”. Qué bueno que así sea y ojalá lo logre por el bien de todos. Un buen gobierno implica, dadas las condiciones actuales de México, construir una sociedad y un país menos desigual, más justo, más seguro, con igualdad de oportunidades para todos y donde prevalezca un verdadero Estado de Derecho. Pero la construcción de una sociedad así no depende solo de la voluntad de un solo hombre, así sea al más alto nivel, requiere también de una buena dosis de conocimiento del arte de gobernar y de la construcción de acuerdos, tanto al interior como al exterior del grupo gobernante.

El propio Presidente electo ha dado muestras de apertura para escuchar a actores y posturas con la que inicialmente no estaba de acuerdo, así como sensibilidad para modificar sus propias posturas (por ejemplo en temas económicos y en materia de seguridad). Tal vez la realidad ha terminado por imponerse, pero ello no quita que la buena disposición mostrada y el diálogo establecido contribuyan a tomar determinaciones que sean de mayor beneficio para el país. De la misma forma, la inédita y tersa transición que se ha observado es sin duda fruto del diálogo entre el gobierno saliente y el futuro gobierno, lo cual ha permitido reducir los elevados niveles de confrontación de la sociedad resultantes dela dinámica del proceso electoral.

En otros frentes de la coyuntura actual hay signos menos alentadores. Las recientes decisiones del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (gastos de campaña en la elección a gobernador de Coahuila, tarjetas rosas en el Estado de México, candidatura presidencial de Jaime Rodríguez “el Bronco” y el fideicomiso de MORENA) dejan mucho qué pensar, ya que parecen estar animadas más por una lógica política que de verdadera justicia electoral. En la impartición de justicia, hacer política no abona a la construcción de un verdadero Estado de Derecho. Por otra parte, el inicio formal del período de sesiones de la nueva legislatura el 1° de septiembre no pudo ser más vergonzante para el nuevo partido en el poder. A pesar de contar con una abrumadora mayoría y de históricamente haberse quejado de no ser escuchados cuando eran minoría, lo primero que hacen es no dejar hablar a la oposición ¿esa es la magnanimidad con la que habrán de gobernar y legislar? Sin duda un mal precedente para iniciar una transformación del país.

México requiere cambios de fondo, no nada más de forma, para ello debemos cambiar como sociedad nuestra forma de concebir y hacer política.

 

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