¿Ante qué tipo de régimen estamos?


Jorge L. Velázquez Roa

@JorLuVR

 

Para el politólogo alemán y especialista en el tema de populismo Jan-Werner Müller, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Princeton, populistas son aquellos que dicen ser los únicos representantes del “pueblo”, al mismo tiempo que constituyen un peligro en tanto reniegan del pluralismo político inherente a la democracia:

“Después de todo, los populistas de izquierda y de derecha se presentan como los únicos representantes de un pueblo homogéneo, virtuoso y trabajador. Describen a todos los demás contendientes por el poder como corruptos y a todos los ciudadanos que no los apoyan como traidores. Su política no es solo anti-elitista, sino también anti-pluralista” (https://bit.ly/2SzcopT, traducción propia),

El mismo Jan-Werner Müller contrasta este populismo con algunos movimientos recientes que han sido catalogados como populistas, pero que se mueven dentro de los confines del pluralismo democrático. Para él, estos movimientos, en particular los de izquierda como Podemos en España o Syriza en Grecia, han venido a llenar un vacío de representación política surgido tras décadas de convergencia de los principales partidos políticos hacia un neoliberalismo centrista, en el que la izquierda tradicional se había desdibujado.

Un riesgo, advierte el politólogo, es cuando estos movimientos plantean esa crisis de representación en términos de un conflicto entre los ciudadanos –sin importar su inclinación político/ideológica– y una pequeña oligarquía o “la casta”, como el movimiento La France Insoumise en Francia, entre otros. Este riesgo se acentúa cuando esta “estrategia transversal” gira hacia una forma de nacionalismo. Apelar al “pueblo” o la “nación” no representan alternativas reales a los problemas sociales de la actualidad.

El triunfo de Andrés Manuel López Obrador y su Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) en las elecciones del 2018 fue visto por diversos analistas y académicos como parte de esa ola populista y nacionalista a nivel internacional que igual incluyó la elección de Alexis Tsipras en Grecia, Donald Trump en Estados Unidos y el triunfo de la extrema derecha en Italia, más otros movimientos que si bien no han alcanzado el poder han sido serios contendientes como Podemos en España y la extrema derecha de Marine Le Pen en Francia. Ante esto, y una vez transcurridos los primeros 100 días de la nueva administración en nuestro país, resulta imposible no preguntarse ¿en cuál de los escenarios descritos se sitúa México en la actualidad? ¿Estamos frente a un régimen encabezado por un populista o ante un movimiento populista que busca llenar un vacío de representación pero que se mueve dentro de las reglas del pluralismo democrático?

Si analizamos detenidamente la cita expuesta al inicio de este texto, vemos que el liderazgo del Presidente López Obrador se asemeja mucho a la descripción de un populista, ya que no solamente se erige un día sí y otro también en el único representante del pueblo (como si éste fuera único e indivisible), al cual califica de bueno y sabio, y al que contrapone a una “mafia del poder” “fifí” (anti-elisitsta), sino que descalifica permanentemente a sus contrincantes o a los que no lo apoyan o simpatizan con sus ideas como corruptos y conservadores, llamándolos incluso traidores a la patria. Si bien no ha llegado a renegar explícitamente del pluralismo político, queda claro que su proyecto de poder incluye ampliar la representatividad política de su partido MORENA y reducir a la oposición aún más de lo que ya está.

No obstante lo anterior, MORENA y su líder se han movido –hasta el momento– dentro de los parámetros de la pluralidad democrática. Se hicieron del poder compitiendo frente a otros partidos gracias a las instituciones y métodos democráticos del país. Lo mismo aprovecharon el hartazgo con los principales partidos tradicionales (PRI y PAN) que apelaron al sentimiento de falta de representación política de amplios sectores de la población, especialmente de los más desposeídos, presentándose como la única opción de solución real a los principales problemas del país (hay que recordar que la izquierda nunca había gobernado a nivel federal, lo que propició que amplios sectores de la población le otorgaran el beneficio de la duda).

Desafortunadamente, López Obrador volvió a plantear esa crisis de representación en términos de un conflicto entre el “pueblo” y una pequeña oligarquía, la “minoría rapaz” o la “mafia del poder”  (lo que apunta a uno de los riesgos anotados por Jan-Werner Müller de este tipo de movimientos). Ello sirvió, entre otras cosas, para “justificar” la alianza de MORENA con grupos confesionales de derecha que no tienen nada que ver posturas de izquierda (la “estrategia transversal”), al mismo tiempo que ha buscado revivir ciertos sentimientos nacionalistas (por ejemplo cuando se invoca a las transnacionales, las empresas petroleras o a los bancos extranjeros como parte de nuestros problemas).

En suma, el nuevo régimen que se quiere implantar en México tiene las características de un movimiento populista en tanto se mueve en los confines de la pluralidad política, pero su líder también tiene –como hemos visto– los rasgos e instintos del populista que reniega de dicha pluralidad. Con el tiempo, la tentación de someter a todos aquellos espacios de poder, formal o informal, que no estén bajo control del nuevo régimen y que no se alineen con su visión de país, se corre el riesgo de caer en una deriva netamente populista y autoritaria. La línea puede ser muy delgada.

 

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