TEMAS CENTRALES Reflexiones sobre la jornada electoral.


Miguel Tirado Rasso

mitirasso@yahoo.com.mx

La jornada electoral del pasado domingo concluyó sin dejar  satisfechos a varios de los protagonistas. Como se había comentado, al menos en el caso de las tres elecciones para gobernador, no obstante la participación de un vasto número de candidatos, 20 (cinco en el Estado de México, siete en Coahuila y ocho en Nayarit), sin contar al candidato del Partido del Trabajo que, en el último momento, declinó en favor de la postulada por Morena en el Estado de México, al final la competencia resultó una parejera, entre el PRI con sus coaliciones y Morena, en las tierras mexiquenses, y entre el tricolor y el PAN y sus alianzas, en Coahuila y Nayarit.

Para las tres gubernaturas se registraron cinco candidatos independientes, aprovechando las reformas a la ley electoral que abrió la puerta a la participación ciudadana, uno en el Estado de México y dos, en cada caso de Coahuila y Nayarit. Sin embargo, y a pesar de los buenos propósitos por tratar de acabar con el monopolio electoral de la partidocracia, la histórica elección de 2015 en la que el independiente Jaime Rodríguez, El Bronco, sorprendió a todos al ganar la gubernatura del estado de Nuevo León, no se ha vuelto a repetir. En esta ocasión, habría que lamentar que los cinco aspirantes sin partido fueron simples convidados de piedra en el proceso, y que, una vez más, las fuerzas tradicionales, PRI, PAN y ahora Morena, encabezaron las preferencias.

Como ya es costumbre en nuestros procesos electorales, práctica nociva y riesgosa, por cierto, todos los candidatos a gobernador del PRI y del PAN en Coahuila y Nayarit, y del PRI y Morena, en el Estado de México, se declararon ganadores de la elección, apenas concluida la jornada electoral. Lo anterior, a pesar de que oficialmente no había bases para una declaración de victoria, dado lo cerrada de la elección en los casos del vecino estado de México y en Coahuila. Pero todavía peor e inexplicable, en el de Nayarit, cuando ya se apreciaba una diferencia de más de 10 puntos entre el primer lugar y el segundo y, no obstante, el rezagado, sabedor de esto, todavía declaraba que las tendencias le eran favorables.

La estrategia de buscar ser el primero en salir a los medios a declarar su victoria, en contra de las recomendaciones de la autoridad electoral de esperar hasta que se cuente con información confiable, debe terminar. Se trata de un juego peligroso que confunde al electorado, enciende ánimos y pasiones, alienta manifestaciones y resta respeto y credibilidad a la autoridad.

Su contra parte, la negativa a reconocer la derrota, es otra de las graves y delicadas prácticas usuales en nuestros procesos electorales que obstaculizan la evolución de nuestro sistema democrático y contra las cuales no hay reforma legislativa que satisfaga, porque no se trata de un problema de ley, sino de actitud y de falta de madurez política. De acuerdo con el comportamiento de los candidatos en nuestros procesos electorales, solo hay ganadores o defraudados, pero nunca perdedores.

Este proceso confirma algo que mucho se ha comentado ya: la mejor fórmula para ganar una elección es a través de las alianzas. En los procesos electorales para gobernador del año pasado, el PAN y el PRD derrotaron al tricolor en las tres entidades en que fueron como coalición. En esta ocasión, en Nayarit, también lo derrotaron, repitiendo la fórmula de hace dieciocho años, ahora con el hijo de quien en 1999 rompió le hegemonía priista compitiendo para la gubernatura como abanderado de la alianza de estos dos partidos. Pero también en Veracruz su sociedad fue fructífera el domingo pasado, pues arrasaron en más de la mitad de las 212 alcaldías en juego.

Seguramente que después de estas experiencias, las dirigencias del blanquiazul y del Sol Azteca no tendrán duda en buscar, a como dé lugar, los acuerdos necesarios para participar unidos en la madre de todas las elecciones en 2018. Por su parte, al PRI le queda claro que, aunque no son lo ideal, porque su mejor aliado, el Partido Verde Ecologista va en franca picada, el PANAL no siempre está disponible, el PES no le garantiza fidelidad y el Partido del Trabajo, ya le puso el cuerno con Morena, competir en alianza es  necesario y conveniente.

Y otro que debe tener clara la lección de las alianzas es Morena, pero, sobre todo, su líder y fundador, Andrés Manuel López Obrador. Algo percibió el tabasqueño poco tiempo antes de la fecha de la elección que lo indujo a formular sus desafortunados ultimatums al PRD y al PT, al cuarto para las doce y sin cuidar las formas. Y es que seguramente se dio cuenta que los números no le alcanzaban para ganar yendo solos y los tiempos y la presión lo seguramente lo alteraron.

Para el PT, el llamado resultó un salvavidas ante su agónica situación porque su posible alianza con Morena para 2018, le abre, la oportunidad de mantener su registro que, ante su famélica representatividad,  pierde y recupera gracias a la generosidad de otras fuerzas políticas que le tienden la mano con interés. Por lo pronto, en la reciente elección no le aportó nada a Morena, y el candidato presidencial tabasqueño seguramente estará arrepentido de haber rechazado la alianza que el PRD le propuso, oportunamente, para este proceso electoral, con la que hubiera logrado un triunfo indiscutible.

Esta elección lleva un mensaje para el Revolucionario Institucional que lo obliga a realizar un análisis serio, objetivo y realista de los resultados. En las elecciones federales de 2015, se equivocó en la interpretación y supuso que había salido triunfante, cuando los números no refrendaban semejante optimismo. Continuó por la misma ruta sin considerar ajustes ni cambios y en los procesos electorales de 2016, los electores le cobraron la factura. ¡Perdió, en una misma jornada electoral, el mayor número de gubernaturas de su historia!

Ahora podríamos estar ante un escenario similar al de entonces. Sólo en el Estado de México, el domingo pasado el PRI perdió un millón de votos respecto de la elección para gobernador de hace seis años, cuando obtuvo el 67.97 por ciento de las preferencias electorales contra el 33.72 por ciento conseguido por Alfredo del Mazo, en esta ocasión. Si esto no les significa una alerta roja y el triunfalismo supera a la prudencia, la historia de 2016 podría repetirse en 2018.

Así que más le vale a quienes les corresponda luchar por la permanencia de este partido en el poder, revisar estrategias, alianzas, aspirantes, tiempos y todo lo que pueda influir en el ánimo ciudadano con miras al 2018, porque la alarma ya sonó.

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