Carlos Ramos Padilla
La república, literalmente continua desangrándose. La violencia, el tráfico de droga y la corrupción prevalecen. Algo está fallando, algo estamos haciendo mal. Con éste, el sexenio de Peña Nieto, ya suman 18 años y tres mandatarios, incluyendo a Vicente Fox y a Felipe Calderón, en que las estrategias no han sido las adecuadas y el número de desaparecidos, asesinados, secuestrados y mutilados es terrible. Ecatepec en el Estado de México es el sitio en el país donde más secuestran y aquí en la Ciudad de México destaca por lo mismo Iztapalapa. Estados con permanente desestabilización hoy son Oaxaca con los miembros de la Coordinadora y Puebla e Hidalgo con los huachicoleros. Chihuahua y Tamaulipas con narcobloqueos y permanentes ataques de sicarios. Veracruz con su negra estadística de asesinatos a comunicadores. Morelos sin controlar la extorsión por derecho de piso. Mire le doy datos concretos sólo de éste recién terminado fin de semana: en el Estado de Hidalgo una explosión de un ducto clandestino, vamos una toma ilegal, deja a tres funcionarios con heridas, en Guadalajara y su área conurbada, ahí, asesinan a 11 personas, un grupo de sicarios ingresan a un palenque en Chihuahua y acribilla a seis asistentes y en Cuautitlán Izcalli balean a un precandidato del PRI. Y los políticos y los gobernantes y los aspirantes a tanta cosa, no atinen a unir esfuerzos para pacificar al país por el contrario la serie de acusaciones, simulaciones, ataques y difamaciones no únicamente distraen sino da músculo a la violencia. Ellos mismos, entre ellos pues, se arrojan tarjetas de presentación como corruptos, maleantes e inexpertos. Se señalan de todo lo malo y poco avanzan los planes para el desarrollo. Pareciera que están llamando al abstencionismo y al rechazo generalizado. No hay pronunciamientos serios, en verdad creíbles que nos ayuden a recuperar la concordia y el ánimo nacional. Quieren dar a entender que los planes de seguridad nacional y de la lucha anticorrupción están en segundo plano, su recreo es mostrarnos a un niño cantando un sonsonete para distinguir a una corriente política. Nadie se atreve a asomarse a la calles para ver los desfiles de féretros y huérfanos, no les importa. Esa procesión de dolor ya es costumbre en el país. Nos entretienen con el asunto de un joven desadaptado en un montaje cínico de activistas para desestabilizar a la UNAM en jornadas electoral mientras a metros de distancia en plena Ciudad Universitaria criminales secuestran instalaciones y venden droga sin que la autoridad federal intervenga. Pero eso sí, nos piden nuestra confianza en un voto para llegar al poder, cargados de promesas pero con costales de fracasos.