Carlos Ramos Padilla.
A lo lejos, pero válido se vale observar y aprender. Lo que sucede en otras regiones y países debe ser analizado para conocer de sus éxitos pero evitar sus fracasos, estos últimos, los que han llevado a profundísimas crisis políticas, sociales y económicas a sus pueblos. Hoy hay tres ejemplos claros, Venezuela, Nicaragua y Brasil. Del primero, del gobierno de Nicolás Maduro, mucho se ha exhibido. Su populismo ramplón envuelto en una disfrazada ha dejado sin alimentos a miles de personas que buscan desesperadamente papel de baño o saltare la frontera. Ni en la Cuba de los Castro se había registrado una éxodo tan dominante como hoy se ve en esa región sudamericana. Nicaragua que se fue con la finta de que un guerrillero antisistema podría ofrecer mayor ventajas que instituciones establecidas. Dijo cambiaba las armas por decretos y se instaló en el poder incluso nombrando a su propia esposa como vicepresidenta. Hoy cuentan el número de muertos por represalias de las fuerzas del orden que no aceptan opositores ni criticas. La izquierda de Daniel Ortega es ya una farsa. Y Brasil, el llamado gigante del sur hoy ve como su población, con una enorme frustración, casi el 50%, abandonaría su propio país si pudiera. Lejos de afrontar una terrible realidad de pobreza en las colonias más desprotegidas, las inundaron de violencia, hambre, armas y droga. las Favelas son un núcleo de peligro para la seguridad nacional mientras los gobernantes son señalados de corruptos, expulsado del poder y algunos llevados a la cárcel. Son, lamentablemente, tres ejemplos oscuros, en donde se aprecia como a razón de la corrupción prolongada de unos, arribaron al poder, líderes falsos y mentirosos, impreparados y con amplias patologías de convertirse en perpetuos para instaurar dictaduras anacrónicas. Hay que observar y bien y se se puede aprender, es tarea histórica. Engañar a los pobres es muy fácil, responderles paraece misión del fracaso.